¿Qué es la volatilidad?
En un término físico, químico y de termodinámica, la volatilidad es la tendencia a que una sustancia se evapore. La medida se utiliza generalmente en sustancias líquidas, aplicándose de forma excepcional a materiales que subliman como el hielo seco.
En términos de combustibles, definimos volatilidad como la facilidad o la tendencia con la que un combustible se puede evaporar. Esta volatilidad depende del tipo de líquido, sus condiciones de presión y su temperatura. A menor presión y más temperatura, más volatilidad tendrá el combustible en cuestión. Asimismo, está relacionada con el punto de inflamación, es decir, la temperatura más baja a la cual el combustible se enciende. Cuanto más volátil sea, menor es el punto de inflamación.
¿Cómo se mide la volatilidad de los combustibles?
Esta volatilidad se mide mediante la curva de destilación, la cual mide el tanto por ciento de volumen vaporizado a una temperatura dada. Por ejemplo, el diésel suele tener menor volatilidad que la gasolina, algo que hace que haya emisiones más bajas de monóxido de carbono e hidrocarburos, pero que sea más difícil el arranque del motor con una temperatura exterior baja.
¿Influye la volatilidad en el motor del vehículo?
La volatilidad sí afecta a los combustibles, los cuales deben tener un equilibrio. Si un combustible es demasiado volátil, se formarán burbujas en el circuito de alimentación, habrá pérdidas en el depósito del carburador y se podría formar hielo en el carburador durante el invierno, impidiendo que arranque.
Por otro lado, un combustible poco volátil tiene menor aceleración, mayor tiempo para alcanzar la temperatura ideal, pérdida del aceite lubricante por dilución, una mayor formación de carbón en pistones y en las cámaras de combustión, con problemas para arrancar y unos cilindros alimentados de forma desigual.
Eso sí, la volatilidad depende del tipo de motor. Por ejemplo, en motores diésel se utiliza un combustible más volátil en automóviles por motores pequeños, conocidos como diésel número 1. En cambio, los camiones usan diésel número 2, un combustible poco volátil, pero que aguanta mejor las cargas altas y las velocidades estables de estos vehículos de motor grande.